El ruido del tiempo. Julian Barnes

Sucedió en medio de la guerra, en un andén tan plano y polvoriento como la interminable llanura que lo circundaba. El tren parado había salido dos días antes de Moscú, rumbo al ese; le quedaban dos o tres más de trayecto, dependiendo del carbón y del movimiento de tropas. Era poco después del amanecer, pero el hombre - en realidad, sólo un semihombre - ya se estaba impulsando hacia los vagones de asientos más cómodos en un carrito bajo con ruedas de madera.

Moscú 1934, Stalin asiste a la representación de la ópera Lady Macbeth del distrito de Mtsensk en la tribuna principal sobre los metales de la orquesta que por casualidad ese día suenan más fuerte de lo debido. Dos días después se publica en el Pravda un artículo lleno de errores gramaticales sin corregir posiblemente de la mano del todopoderoso criticando la obra.
Dimitri Dmitriyevich Shostakovich hace la maleta y espera en el rellano de su casa que venga a buscarlo la policía del régimen mientras fuma cigarro tras cigarro. La vida va a acechar a cada instante como la policía política pero no se va a acercar en exceso aunque su sombra perenne condicione cada momento de la vida del compositor.

Asistía a reuniones del Partido, tal como le habían ordenado. Dejaba vagar el pensamiento durante los discursos interminables, se limitaba a aplaudir durante los discursos interminables. En una ocasión, un amigo le preguntó por qué aplaudía un discurso en el que Jrénnikov lo había criticado virulentamente. El amigo pensó que era una reacción irónica, o que, posiblemente, se rebajaba él mismo. Pero la verdad era que no estaba escuchando.

Julian Barnes consigue en esta novela recrear la historia del compositor ruso desgranando el desmontaje de una vida propia para servir al poder, una alienación lenta y progresiva que vacía al individuo con el único objetivo de sobrevivir.



El ruido del tiempo.
Julian Barnes.
Anagrama. 2016.
199 pág.

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