París, domingo, 10 de abril de 1904
En la mañana de ayer, sábado, 9 de abril de 1904, murió S. M. la reina.
No he tenido fuerzas para anotar en mi diario su fallecimiento hasta hoy. ¡Dios!.
Qué extraña resultará la vida sin su presencia.
Aurora Santirso nos desvela durante su duelo por la pérdida de su amiga Isabel II a través de recuerdos, cartas y lectura de fragmentos de su diario la vida de su reina. Entre tanto nos confiesa su amor por ella, sus celos por los numerosos amantes, su disconformidad ante su carácter sencillo y manipulable para componer una lectura sentimental. Tiene tiempo para confesarnos su homosexualidad, la carga que supuso en sus escrúpulos religiosos y su amor-dedicación por la música.
Esta es la estrategia literaria desarrollada por María Teresa Álvarez para crear una biografía novelada de la reina Isabel II.
Yo había sufrido mucho viendo alguna de las reacciones de doña Isabel, pero nada pude hacer porque ella era la reina. Una reina a la que frecuentemente se le olvidaba --y muy pocos de sus consejeros se lo recordaban-- que gobernaba de acuerdo con una Constitución. Una reina excesivamente influenciable, sobre todo por personas religiosas que la hacían caminar por sendas demasiado conservadoras y porque los liberales del momento tampoco tenían las cosas muy claras. Una reina a la que su pueblo adoraba y que dejó de quererla sin saber muy bien por qué. Una reina, en fin, a la que yo entregué mi vida y mil veces lo volvería a hacer.
El resultado es una novela de amena lectura, correctamente documentada con una dosis extra de sentimentalismo y toque romántico salpicado por personajes históricos sin perfilar y ficticios encasillados con simplicidad. El éxito de la recreación y los distintos espacios geográficos en los que evoluciona la biografía de la reina, y Aurora como acompañante, se ven empañados por la pobreza del relato histórico que por ser excesivamente amplio queda deslavazado y ofrece un perfil simplificado y tópico de la reina.
Esta es la estrategia literaria desarrollada por María Teresa Álvarez para crear una biografía novelada de la reina Isabel II.
Yo había sufrido mucho viendo alguna de las reacciones de doña Isabel, pero nada pude hacer porque ella era la reina. Una reina a la que frecuentemente se le olvidaba --y muy pocos de sus consejeros se lo recordaban-- que gobernaba de acuerdo con una Constitución. Una reina excesivamente influenciable, sobre todo por personas religiosas que la hacían caminar por sendas demasiado conservadoras y porque los liberales del momento tampoco tenían las cosas muy claras. Una reina a la que su pueblo adoraba y que dejó de quererla sin saber muy bien por qué. Una reina, en fin, a la que yo entregué mi vida y mil veces lo volvería a hacer.
El resultado es una novela de amena lectura, correctamente documentada con una dosis extra de sentimentalismo y toque romántico salpicado por personajes históricos sin perfilar y ficticios encasillados con simplicidad. El éxito de la recreación y los distintos espacios geográficos en los que evoluciona la biografía de la reina, y Aurora como acompañante, se ven empañados por la pobreza del relato histórico que por ser excesivamente amplio queda deslavazado y ofrece un perfil simplificado y tópico de la reina.
Isabel II. Melodía de un recuerdo
María Teresa Álvarez
Martínez Roca. 2001
235 pág.
ISBN 84-270-2742-7
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