Lincoln en el Bardo. George Saunders

El día que nos casamos yo tenía cuarenta y seis años y ella dieciocho. Vale, ya sé lo que están pensando ustedes: hombre mayor (no precisamente flaco, un poco calvo, cojo de una pierna y con dientes de madera) ejerce su prerrogativa marital para horror de la pobre jovencita...
Pero eso es falso.
Eso es exactamente lo que me negué a hacer, fíjense.

La primera impresión fue "el título es atractivo", "una novela sobre Lincoln, que interesante", "¿qué relación puede tener Lincoln con la poesía? ¿tal vez sus discursos, son magistrales? ¿poéticos?". La segunda impresión me resultaba atractiva, ganador del premio Booker y una portada perfilada en la que yo entreveía el sufrimiento personal del presidente por el fallecimiento de su hijo. Me esperaba una biografía novelada sobre un personaje muy interesante y algo sobre poesía y su hijo. Por si acaso la contracubierta me confirmó: "La Casa Blanca, febrero de 1862", y yo saqué conclusiones sobre la guerra civil, su hijo fallece, un posible diálogo interior al visitar la tumba en el que yo imagino justifica moralmente su compromiso con una guerra civil insoslayable ante la esclavitud.

Me froto las manos ante la posible prosa que emule sus grandiosos discursos... y comienzo a leer críticas: "novela experimental", "el bardo hace referencia a un término religioso budista" - ¿dónde está Shakespeare, Homero y la poesía? -, "torrente de citas y voces en cacofonía", "textura superficial", "elementos distópicos" y la demoledora "cómo suspender el examen de alta literatura: la primera novela del reputado cuentista estadounidense es un libro alabado por el conjunto de la crítica mundial... y casi imposible de leer". Es el momento de concluir que casi nadie se la ha leído y de los supervivientes casi ninguno la ha entendido, y ahora estoy convencida que me la tengo leer sí o también.
Dejad de pensar en el Ulises de Joyce, por favor.

Esta vez releo con atención, me he quejado demasiado de las malas traducciones en general y de los títulos en especial, así que me merezco doble ración. Lincoln en el Bardo, preposición de lugar y Bardo en mayúscula, ahora me aclaro. Tal vez sea esta la clave, que es un libro para leer despacio, entender y releer si es necesario, especialmente para poner en clave la literatura estadounidense y la historia del siglo XIX de este país. Ya era hora, tengo demasiado anisakis de lectura ligera en mi cuerpo.

Sí, pero es que no me voy, dijo el muchacho.
roger bevins iii

Al oír aquello, la cara del reverendo mostró un grado de sorpresa todavía más pronunciado que el grado ya considerable que se registraba habitualmente en ella.
hans vollman

Padre me ha hecho una promesa, dijo el chico. ¿Que pasa si vuelve y se encuentra con que ya no estoy?
Tu padre no va a volver, dijo el señor Vollman.
Por lo menos próximamente, le dije yo.
Y para cuando vuelva ya no estarás en condiciones de recibirlo, dijo el señor Vollman.
Si viene tu padre, le dijo el reverendeo, le diremos que te has tenido que marchar. Le explicaremos que es mejor así.
Mienten, dijo el chico.
[...]
roger bevins iii

Comienzo la lectura con relectura, las primeras páginas son siempre el ejercicio magistral del autor en su obra, y me gustan. Me gusta la novedad, la sorpresa y la perpetua sensación de no saber que me espera, que está ocurriendo. Me siento en la infancia de la lectura por lo que tengo que releer, pensar si lo habré entendido bien y buscar referencias hasta que transcurridas unas páginas, como cien, ciento cincuenta y dos, confieso, comienzo a captar el ritmo del texto. Por unos momentos he sentido que me enfrentaba a un libro de recortes con artículos de prensa, citas de variado origen, y notas del propietario. En otros momentos me invade el ritmo de lectura de un ensayo de guión en el que todos los personajes ajustan ritmos y voces. Y en la página ciento cincuenta y tres sobrevuelo el Bardo y veo los personajes pequeñitos a lo lejos por lo que me acerco a oírlos, así comienza una lectura fluida y libre que me embarga.

Efectivamente, es una obra única y extraordinaria. He desaprendido esas exigencias de lector moderno que clama por unas pautas preestablecidas que son pura comodidad, para dejarme llevar por el ritmo del texto y extraer de cada palabra la esencia de los personajes y de la situación. He aprendido a ser guiada, a no ser exigente y descubrir la historia al ritmo que el autor me propone.
Me siento sorprendida y halagada, porque me he encontrado un libro que releeré para volver a sorprenderme.
Y llego a una conclusión: aprobado con buena nota el examen de literatura.
Ni alta ni baja, distintas, como variados somos los lectores.


Lincoln en el Bardo
George Saunders
Seix Barral. 2018
436 pág.

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