Sobre los huesos de los muertos. Olga Tokarczuk

He llegado a una edad y a un estado en que cada noche antes de acostarme debería lavarme los pies y arreglarme a conciencia por si tuviera que venir a buscarme la ambulancia.
Si aquella noche hubiera consultado el libro de las efemérides para saber qué sucedía en el cielo, jamás me hubiera ido a acostar. Pero en lugar de eso caí en un sueño profundo, gracias a una infusión de lúpulo que acompañé con dos grageas de valeriana.

Comencé a leer Sobre los huesos de los muertos de Olga Tokarczuk la noche antes de que la anunciasen como ganadora del premio Nobel. Sabía que estaba en las quinielas, hoy en día quien casi no está, pero empecé a leerlo bajo la intriga generada por una crítica que hablaba de originalidad, defensa del medioambiente en nuestro momento Greta y expresividad astral. Todo me resultaba atractivo así que me lancé.

Janina Duszejko vive retirada en un área rural de la Polonia boscosa próxima a República Checa cuando uno de sus vecinos Pandedios la despierta en plena noche para avisarla que su otro vecino Pie Grande ha fallecido. No comienza una novela de detectives aunque no será el único fallecido y descubriremos más crímenes, no es un thriller tan de moda porque no hay un ritmo acelerado y frenético de intriga sino una cadencia de misterios resueltos que nos negamos a creer. Sencillamente Sobre los huesos de los muertos es un alegato en defensa de la naturaleza, en contra de nuestra visión pobre del mundo y de las personas, así como una elegía moral. La pasión astrológica de la señora Duszejko es parte de la realidad, y aunque como recurso literario resulte excelente, como punto de inflexión para abrir una reflexión sobre nuestros planteamientos y límites es excepcional.

Ahora me parecía evidente por qué las torretas de caza, que recordaban más a las torretas de los campos de concentración, se les llamaba púlpitos. En el púlpito, el hombre se sitúa por encima de otros seres y se atribuye el derecho a decidir sobre su vida o su muerte. Se convierte en un tirano y un usurpador. El cura estaba casi extasiado:

-- "Llenad la tierra y sometedla". A vosotros, cazadores, os dirigió Dios esas palabras, porque Dios hizo del hombre su colaborador para que participase en la obra de la creación y para que esa obra fuera realizada hasta el final. Un cazador dispara y en la palabra disparar se recoge la palabra parar, sí, parar a pensar, cumplir de esa manera con la vocación de velar por ese don divino que es la naturaleza y con la que todo cazador cumple de manera consciente, racional y juiciosa.


Lamentablemente me gustaría realizar tantas y tantas citas del libro que me resulta imposible, y aunque desde que la leí lo tuve claro, he elegido la menos apropiada por la sencilla razón que la autora en una nota nos advierte que no es suya sino que "el sermón del padre Susurro es una recopilación de sermones reales de capellanes cazadores, encontrados en internet". Su lectura fue la semilla que germinó en esta narración tan profunda como bella, en la que la poesía se hace prosa y germina el alma de una mujer atrapada en una sociedad que le ofrece el placer de la naturaleza y el amor por los animales para robárselo por el mero placer que ofrece la avaricia del cazador.

Terminando el año siempre elijo la mejor lectura realizada, candidata a la relectura, a la recomendación, a la exploración y el reencuentro. Creo que la he encontrado, pero queda tiempo, comienza el invierno y pertenezco a la casa astral 13 de Ofiuco.




Sobre los huesos de los muertos
Olga Tokarczuk
Acantilado. 2017
237 pág.
ISBN 978-84-16638-80-2

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