La maja desnuda. Vicente Blasco Ibáñez

Eran las once de la mañana cuando Mariano Renovales llegó al Museo del Prado. Algunos años iban transcurridos sin que el famoso pintor entrase en él. No le atraían los muertos: muy interesantes, muy dignos de respeto, bajo la gloriosa mortaja de los siglos, pero el arte marchaba por nuevos caminos y no era allí donde él podía estudiar, a la falsa luz de las claraboyas, viendo la realidad a través de otros temperamentos. Un pedazo de mar, una ladera de monte, un grupo de gente desarrapada, una cabeza expresiva, le atraían más que aquel palacio de amplias escalinatas, blancas columnas y estatuas de bronce y alabastro, solemne panteón del arte, donde titubeaban los neófitos, en la más estéril de las confusiones, sin saber qué camino seguir.

Mariano Renovales es hijo de un humilde herrero que desde niño demuestra un talento excepcional para el dibujo. Tras sus estudios con un maestro local llega a Madrid dispuesto a completar su formación con la copia de obras maestras del Museo del Prado. Gracias a su talento consigue una beca de estudios en Roma donde descubre la belleza del arte. A su regreso presenta su obra en el salón consiguiendo gran éxito y la apertura de los salones nobiliarios de la ciudad donde se enamorará de una joven de buena familia empobrecida.

Comienza un matrimonio arropado por el éxito económico del pintor y la belleza de su joven esposa que les lleva a Roma y Venecia donde nace su única hija Milita. La visita del pintor a los salones artísticos de París le lleva a reiniciar un concepto artístico que desarrolla a su regreso a Madrid con la familia. Son años de penuría económica, llenos de arte captado del natural que concluyen cuando regresa al encargo pictórico de retratos amables bien remunerados.
Esta nueva etapa en una gran casa junto al Retiro se convierte en una lucha matrimonial presidida por los celos y el deseo pictórico del artista en un anhelo cada vez más intenso consagrado a la belleza.

Renovales adivinó entonces la verdadera enfermedad de su mujer. Eran celos, unos celos inmensos, mortales, anonadadores; era la tristeza de verse enferma. Estaba segura de su esposo; conocía sus afirmaciones de fidelidad conyugal. Pero el pintor, al hablar de sus entusiasmos artísticos en presencia de ella, no ocultaba su adoración a la belleza, su culto religioso a la forma.

La maja desnuda, se inicia en media res, descendiendo las escalinatas de la hondonada del museo del Prado, despreciando una Academia de normas clásicas y tradiciones apolilladas. Es el comienzo de un periplo sentimental convertido en lucha contra las convenciones sociales que implantan un modelo de corrección que atrapa la libertad expresiva del arte. Es una novela psicológica de estilo impecable que avanza con soltura descriptiva para detenerse en la madurez del pintor desilusionado y arrepentido prolongando en exceso una narración ralentizada.




La maja desnuda
Vicente Blasco Ibañez
Plaza & Janés. 1977
289 pág.
ISBN 9788401805462

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