El triturador de huesos. Wolf Haas

¡Y dale!, ha vuelto a ocurrir algo. La primavera, eso sí, es una época maravillosa, con poesía y todo; además cualquiera sabe que la primavera vida genera. De modo que al comienzo nadie quería creer que de repente iba a ser al revés. Pero los tiempos cambian. Al final hubiéramos dado lo que fuera con tal de que la cosa hubiera mantenido la gravedad que pareció tener en un principio. Para entonces sólo habían pasado tres semanas y, como digo, aún estábamos en primavera; porque luego, vaya verano..., más pasado por agua que otro poco, sobre todo julio, un asco. En cambio la primavera, ¡qué delicia! 

Déjenme ustedes que les diga que esta es la segunda investigación del detective austriaco Brenner. De las pistas de esquí pasamos a un merendero de pollos asados que incluye triturador de huesos manipulado por un yugoslavo ex-jugador de fútbol profesional que comparte el tiempo entre la trituradora y la portería del equipo local. El dueño amplia el local año tras año exitosamente con la ayuda de su nuera y la intermitente presencia de su hijo. Entre desapariciones y asesinatos, Brenner escucha mucho y pregunta poco, hasta encontrar la clave que le permite descifrar el enigma.

--Un crimen especialmente misterioso fue descubierto en marzo del año pasado en
«Ostreich».
Y más le valía no haber pronunciado la palabra. Tendría que haberse informado antes de cómo se pronuncia bien el nombre de este país.
--Se dice «Oster Reich» y no «Ostreich» -- vociferan al unísono desde varias mesas.

Dejénme ustedes que les diga que seguimos asistiendo a juegos de palabras envueltos en un humor tan rizado como un pretzel. Han de saber que continúan las leves pinceladas históricas en el cuadro de la realidad austriaca y sus prejuicios, hacia países vecinos, en pequeñas ciudades provincianas en las que todos se conocen y se desconocen, mientras se especula y murmura sin cesar. Como un partido de fútbol, la pelota echa a rodar con un muerto y un detective que asiste a los pases bandeando de un lado a otro hasta que suena el silbato y la pelota pasa al juez.

Si todo comedor de volatería debe usar las manos, todo lector avezado debe triturar las palabras, así ambos darán satisfacción a su gusto.




El triturador de huesos
Wolf Haas
Siruela. 2011
220 pág.
ISBN: 978-84-9841-613-8

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