El crimen del palodú. Julio Muñoz Gijón


Un hombre de unos setenta años saca al perro por el paseo marítimo de Matalascañas.
—¡Chica! Vamos, coño, que te paras más que el C2.
Escucha con un auricular solo «El pelotazo». No hay nadie por la calle. Es abril. Parece no ver nada raro. De vez en cuando le da un tirón al perro.
—Qué pesada eres, Chica.
A unos doscientos metros, sin embargo, encima del tapón de Matalascañas, hay ocho personas que no se ven desde abajo. Están dentro de un círculo de cirios encendidos describiendo a su vez otro círculo. Visten túnicas y en el centro yace, encadenado al suelo como si fuera una equis y solo con un bañador, el periodista Álvaro Burguillos.
Un encapuchado que parece el líder le habla desde dentro del círculo.
—Como tú comprenderás, la gracia de la notita al policía aquel no va a quedar en nada, ¿no? Que eres más chivato que el perro de un cortijo.

Villanueva, un inspector de Madrid, regresa en Ave a Sevilla. Allí le espera el policía local Jiménez, con el que descubrirá en esta ocasión la Feria y de paso resolverá otro caso de asesinatos en serie. Acaba de bajar del Ave y ya va por las rampas de pasajeros haciendo sitio a lo madrileño, que prisa por Dios que se gasta, pero en cuanto vea a Jiménez se nos relaja. Villanueva ya domina parte del vocabulario sevillano y se adentra por los bares de la ciudad solo rumiando amores por la nueva comisaria. En Sevilla tendrá ocasión de vivir alucinaciones, evitar un magnicidio y ser el héroe de su chica entre cervecita Mahou y montaito, que no va a ser todo trabajar. 
De aquí a ná le vemos bailando sevillanas con salero.

—Señor alcalde, entiendo su postura, pero en caso de que, Dios no lo quiera, usted sufriera un atentado… un magnicidio acabaría con la Feria para siempre.
—Y si encima lo único que ponen es Mahou, ya ni te digo, para qué va a ir.
—Jiménez, por favor, que usted bebe Zuleta, cállese un ratito. Alcalde, sea responsable, por favor, podemos filtrar a los medios que se ha puesto enfermo, que le han llamado de Madrid para una reunión importante, tengo contactos en Moncloa, su imagen no tiene que erosionarse lo más mínimo.
El alcalde se lo piensa, hay silencio en la estancia.
—Solo les voy a decir una cosa, si me pasa algo, quiero una calle, pero en el centro, que luego viene un alcalde de otro partido y me pone una glorieta en Alcosa y me cago en sus muertos desde el más allá. Lo siento, señores, me debo a mi ciudad, les pido que me protejan, pero tengo que ir, de hecho me espera el coche de caballos en la puerta. La suerte está echada. Acompáñenme si
quieren.

El crimen del palodú
, continua con soltura y desparpajo la línea de El asesino de la regañá, crímenes hispalenses entre carcajadas que convierten la lectura en un suspiro andaluz.


El asesino de la regañá
Julio Muñoz Gijón
Almuzara. 2013
168 pág.
ISBN 9788415828389

Comentarios