La flaqueza del bolchevique. Lorenzo Silva

Era lunes y como todos los lunes el alma me pesaba ahí mismo, abajo del saquito de los cojones. Una tarde pensé que el alma era una tercera bola que llevaba ahí colgando y que me servía tan poco como me servían las otras dos. Desde entonces, cuando es lunes y el alma me pesa, cuando es otro día y el alma me pesa, siento ese bulto y esa carga abajo del todo, peleando con la tela elástica del slip.
Yo no fui siempre un tipo con el alma entre los cojones. Durante bastantes años ni siquiera decía palabrotas, y hasta utilicé durante otros muchos un vocabulario abundante y selecto. Ahora he decidido que la vida no merece arriba de quinientas palabras y que las más a propósito son palabrotas, pero no es que nunca haya pasado de aquí, sino que he llegado aquí.

Castellana arriba en hora punta toqueteando la radio, cambio a rojo, frenada brusca e intento de parte amistoso. Así se cruzan las vidas de nuestro aspirante a bolchevique y Sónsoles López-Díaz García-Navarro, condenados a no entenderse hasta que aparece la princesa imperial encarnada en su hermana adolescente Rosana.

No hay más creyente que interese que el que cambia de credo. Un patriota inquebrantable, un revolucionario pertinaz, un monje casto, mueven por igual al epitafio aprobatorio y al bostezo. Gracias a los renegados progresa el mundo.

Me habían recomendado Los asquerosos de Lorenzo Santiago, agradecí la recomendación vía mensaje (hay quien hecha de menos las conversaciones telefónicas e incluso las presenciales, no es mi caso en el 99,9 % de los casos). Me llegó la respuesta horas después, la leí más de veinticuatro horas después: «Si quieres otro Lorenzo en plan asqueroso pásate a Silva con La flaqueza del bolchevique». Los dedos volaron en la pantalla táctil ajenos a mi mente como un reflejo pavloviano: «No me convence, me resulta cansino aunque lo domina. Ya llevo varios pero ese reconozco que no cayó, demasiado caperucita vestido de lobo cuando el lobo no está en el bosque sino en casa». La réplica fue instantánea: «Te equivocas, esto es de lo mejor que tiene... Fue finalista Anal». Cosas del tecleo pulgar o del corrector. Contesté con otro pulgar iconográfico, los premios Nadal tienen nivel AAA en mi auditoria, lo de finalista es fácil de pronosticar, no huele a pan con ralladura. Finalista del premio Nadal en 1997, con un título sorprendente, letra grande y pocas páginas. Una recomendación asquerosa que no podía fallar.

Y no falló, es un libro breve bien escrito y estructurado que te va llevando sutilmente como digno heredero de Nabokov y de la música moderna. Con ritmo y sin estridencias construye un relato, el relato monotemático que yo encuentro en todos sus libros que me gustan pero no convencen.
Y sí, es un libro recomendable, de los mejores que he leído suyos, con oficio, técnica, merecedor de premios. Y sí, hay que leerselo.
Pero para gustos los colores.
En versión barrio Jerónimos: De gustibus et coloribus non est disputandum.




La flaqueza del bolchevique
Lorenzo Silva
Destino. 2001
178 pág.
ISBN 978-84-233-2773-6

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