El lemur. Benjamin Black

El investigador que había contratado resultó ser un hombre joven, muy alto y muy flaco, con una cabeza demasiado pequeña para el físico que gastaba, y una nuez de Adán del tamaño de una pelota de golf. Llevaba unas gafas con montura al aire cuyas lentes eran poco menos que invisibles, dando el brillo del vidrio un lustre adicional a sus ojos grandes, redondos, ligeramente saltones, negros. De la barbilla le brotaba un espolón de barba rubia, y tenía la frente despejada y abovedada, llena aún de rastros de acné. Tenía las manos esbeltas y pálidas, nacaradas, los dedos largos y finos: manos de chica, o al menos las manos que una chica debiera tener. Pese a estar sentado, el tiro de los pantalones vaqueros, muy abolsados, le caía casi hasta las rodillas. En la camiseta, no demasiado limpia, ostentaba una leyenda: «La vida es un asco y al final te mueres». Parecía que tuviera diecisiete años, aunque debía de tener, calculó John Glass, más bien veintimuchos. Con el cuello largo, la cabeza pequeña, los ojos grandes y relucientes, le notó un acusado parecido con uno de los roedores más exóticos, aunque por el momento Glass no acertó a precisar cuál podía ser.


Nueva York. John Glass se ha instalado en un impresionante despacho acristalado en lo alto de un gran rascacielos. Ha llegado a la ciudad siguiendo a su esposa, hija de Bill Mulholland, el gran Bill, un multimillonario ex agente de la CIA que dirige con mano de hierro un conglomerado de empresas con la ayuda de su hija y próximamente de su nieto. John, navega en la gran manzana perdido tras abandonar su carrera como periodista cuando su suegro le ofrece escribir su biografía por un millón de dolares. Así nace su segundo error, contratar a un investigador que le ayude con la documentación; el primero aceptar el encargo obedientemente. Nadie sabe decir que no al gran Bill.

Cuando el capitán Ambrose le llama por teléfono todo va a cambiar. Dylan Riley, el investigador, ha sido asesinado en su apartamento de un tiro en el ojo. John Glass comienza a sospechar de todo y de todos, y no puede parar hasta descubrir al asesino.

—Ojalá —dijo Louise—, ojalá volvieras a ser periodista. Necesitas algo en lo que ocuparte.
—Eso es lo que nos decían los curas. La pereza es campo abonado para el diablo. Es buen título para un libro, ¿no te parece? El campo abonado para el diablo. Quién sabe: a lo mejor titulo así la biografía del Gran Bill. 

Benjamin Black recupera sus personaje irlandeses y los traslada a un Nueva York de millonarios y éxitos amorales. Bajo el seudónimo con el que firma sus novelas negras, John Banville ejecuta un ejercicio de realismo al que añade un asesinato sin convencer ni en uno ni otro aspecto. Carente de todo ritmo policiaco pese a la presencia de un capitán con apariencia de El Greco y un periodista que es parte activa de la trama, el interés se pierde desde el inicio. Pero, es Benjamin Black, su acerada prosa, sus epítetos metafóricos presentes hasta en el título quien nos guía en un mundo, en esta ocasión sobredimensionado, de clichés e irlandeses.



El lemur
Benjamin Black
Alfaguara. 2009
216 pág.
ISBN 978842042725

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