Flores de plomo. Juan Eduardo Zúñiga

Desde los baldíos de Santo Domingo y Leganitos, un viento duro sopla briznas de nieve y sacude los bordes de la capa hasta enredar las piernas y obligar a la mano enguantada a sujetar el ala de la negra chistera y entornar los ojos que apenas ven el suelo empedrado, tan conocido, según entra en la calle Angosta de San Bernardo y entonces le parece que una voz de mujer grita muy lejos «¡Mariano, ven Mariano!», pero es el zumbar del viento en los oídos, fue su imaginación o su deseo de que alguien le llamara y él volverse atrás, tan deseoso de eludir el encuentro, aunque el frío le hace desear la casa adonde va, no andar por calles en las que no hay sino la nublada tarde que anuncia el presto anochecer, y en el alero de un tejado algo se mueve y repite un chirrido casi animal, cual un pájaro allí enganchado y doliente.

En la calle Santa Clara hay una placa en recuerdo de Larra, en el balcón hay flores. El tiempo ha sido detenido por la admiración que consigue retenerlo con un recuerdo. ¿Volverá a andar? Tal vez, pero Flores de plomo a través de sus once breves relatos vuelve a detenerlo.

Ella volvió a sollozar y se estremeció y él repetía las frases habituales de que debemos ser fuertes en los malos momentos y que el tiempo imparable ayuda, pues todo pierde importancia, y, a la vez que decía esto, miró el libro sobre la mesa y tuvo la certidumbre de que a ella le sería fácil olvidarse de Larra como no le olvidarían quienes gustaban de sus escritos.

El lunes 13 de febrero de 1837, en Madrid, durante el Carnaval, el escritor Mariano José de Larra se suicida de un tiro en la sien. Este acto, aún presente en la memoria literaria de la ciudad desencadena una tormenta de sentimientos en sus allegados. A través de estos breves relatos asistimos al desosiego de aquellos que en vida lo trataron y presenciamos el homenaje de la literatura a uno de sus miembros. La profundidad expresiva, el depurado léxico y la fuerza narrativa es la mejor ofrenda que dos compañeros de pluma pueden compartir. 

Se han llenado las estanterías de marketing y de neologismos, pero en algunos anaqueles de veteranas bibliotecas se esconden joyas en papel amarillo que detienen el tiempo con su maestría.



Flores de plomo
Juan Eduardo Zúñiga
Alfaguara. 1999
155 pág.
ISBN84-204-3085-4

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