Adolf Hitler llevaba ya un mes sin ver la luz del sol. Desde el Führerbunker donde se había atrincherado, ha ordenado a sus tropas que luchen hasta el último hombre. El ejército rojo ruso --con dos millones y medio de soldados-- ha lanzado un ataque sobre Berlín. La capital del Tercer Reich está rodeada.
Algunos de sus colaboradores más cercanos están abandonando el búnker suberráneo para tratar de huir de Berlín, pero, este día en particular, Hitler está acompañado de dos de sus más fieles seguidores: el ministro de propaganda Joseph Goebbels y su esposa Magda.
Todo editor sabe que la palabra Hitler en el título genera ventas y un buen SEO. Es lo que tiene el morbo, si además presentas el libro bajo el comentario de El Indiana Jones del mundo del arte, pues va camino de ser venta asegurada. Y es una presentación justa, el libro es un relato a lo Indiana Jones con más ingenuidad que arte. El subtítulo también amaga con valentía: la increíble historia del detective de arte que localizó uno de los grandes iconos nazis. No es diario, pero si frecuente que numerosas obras de arte aparezcan y desaparezcan en el circuito ilegal del expolio. Aún ahora, que las convenciones de patrimonio son firmadas y apoyadas por un gran número de países, siguen cometiéndose robos por encargo, exportaciones y saqueos en conflictos bélicos. Un ejército no puede considerarse victorioso sino va acompañado de su retahíla de contratistas.
El libro se presenta como lo que es, un juego de simplicidad que relata la recuperación de una obra de arte de la Alemania nacionalsocialista, dos esculturas monumentales realizadas por Josef Thorak. El autor reconstruye en un relato entretenido lleno de anécdotas moldeadas, la investigación llevada a cabo para recuperar los dos caballos esculpidos que estuvieron a la entrada de la Cancillería alemana. En el camino repite la palabra nazi en busca de algoritmos comerciales, simplifica historias manidas de los líderes del Tercer Reich y ofrece anécdotas simplonas para enriquecer lo que es una historia interesante pero mucho más sencilla y menos vanidosa, y por lo tanto menos comercial, de lo que en realidad es.
Situado entre Eric el Belga y Josh Gates, vamos camino de Giorgio Tsoukalos.
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