
De pie en la cubierta, ve alejarse a su país, el país de sus antepasados y sus muertos, mientras la criatura duerme en sus brazos. El país se aleja, se hace infinitamente pequeño, y el señor Lihn lo ve desaparecer en el horizonte durante horas, pese al viento que sopla y lo zarandea como a una marioneta.
La nieta del señor Linh es el canto de cisne del señor Tao-lai y se llama Sandiú. La guerra ha robado, roba y robará a las personas ilusiones, familiares, felicidad... Sin embargo sobre su poder destructivo está su capacidad de repetición sencillamente porque pierde siempre, es su eterna condena.
En esta mañana dulce en la que se convierte la novela, nos sorprende la amistad de dos corazones rotos dispuestos a renacer y enfrentarse a su destino. De su afecto espontáneo surge la emotiva lectura que nos invita a una reflexión sobre nuestra identidad.
El señor Linh comprende.
--Sang Diu --dice.
--Sandiú... murmura el hombre--. Curioso nombre. Yo me llamo Bark. ¿Y usted? -- pregunta tendiéndole la mano.
--Tao-lai --dice el señor Lihn, empleando la fórmula cortés que se utiliza en su lengua natal para darlos buenos días, y estrecha con las dos manos la del hombre, una mano de gigante, con unos dedos enormes, callosos, agrietados.
--Pues encantado, señor Taolai-- dice el hombre sonriendo.
Philippe Claudel nos sorprende con una estilizada sencillez ajena a toda redundacia y detallismo para guiarnos en la complejidad de las personas, sus comportamientos y sus decisiones. Nos obliga a preguntarnos que tipo de personas somos al enfrentarnos al destino de los demás.




La nieta del señor Lihn
Philippe Claudel
Salamanca. 2006
126 pág.
ISBN 84-9838-03-0
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